jueves, 9 de abril de 2009

HISTORIA Y MITO DEL CAMINO DE SANTIAGO

Existe una historia tradicional, con algunas fechas y datos que solemos aceptar porque son las que tenemos al alcance, pero que son más los interrogantes que nos crea, que los que nos aclara.
El primer enigma es la propia personalidad del llamado Santiago el Mayor. Este Santiago hijo de Zebedeo y de María Salomé, se considera hermano de San Juan Evangelista y está junto al Señor en los primeros momentos de sus prédicas. Una vez ocurrida la crucifixión de Cristo, Santiago se dedica a enseñar; va primero a Judea y a Samaría y luego se le hace viajar a España. En un medio totalmente hostil, donde prácticamente nadie le escucha, dicen algunos que consigue diez discípulos; otros siete, otros tres, y otros - tal vez los más acertados - que el único discípulo que acompañó a Santiago en sus primeras prédicas en España, fue tan sólo un perro. Este perro que acompaña continuamente a Santiago en sus peregrinaciones es un punto clave, como veremos en varios momentos al intentar desentrañar este tema.
Como Santiago no logra éxito en España, retorna a Judea y allí cae bajo las manos de Herodes Agripa, quien lo hace decapitar. Unos pocos discípulos fieles que le quedan en Judea, salvan el cadáver del Maestro, lo colocan en una barca sin timón y dejan que el Destino la conduzca hasta donde debe llegar. Esta barca recorrerá un camino prácticamente inverosímil, y, sin embargo, va a encallar en una de las rías de Galicia, en los reinos de "Loba", en una ciudad que los romanos llamaban Iria Flavia, hoy conocida como Padrón, a unos pocos kilómetros de la actual Santiago de Compostela. Los discípulos desembarcan con el cadáver de su Maestro y, según algunas versiones, lo colocan sobre un carro tirado por bueyes que, al igual que la barca, van a dejar que siga solo su curso. Tras recorrer un trecho, los bueyes se niegan a caminar más; por ello deciden que ése es el punto ideal para enterrar al Maestro.
Pero hay versiones más complejas que cuentan que los discípulos, con el cadáver de su Maestro, se van a presentar ante una extraña Reina que gobernaba en aquel entonces en Lugo: la Reina Loba, cuyo nombre concuerda con la simbología de esa misma región: Lugo. Piden a la Reina Loba que les permita enterrar el cadáver del Maestro, éste que ella ya había conocido cuando sus prédicas en Espana. La Reina les tiende una trampa y los envía a un sitio donde, en lugar de bueyes pacíficos que conduzcan el carro, hay unos toros feroces. Llegan los discípulos fervorosos con su carga, y simplemente con símbolos mágicos, con su fe y su sola presencia, domestican los toros que quedan transformados en dulces bueyes. Los atan a su carro y eligen un sitio para enterrar a su Maestro. Algunos dicen que fue en un Monte Sagrado, el llamado Monte Aro; otros opinan que fue en el mismo Palacio de la Reina Loba, quien quedó completamente consternada al ver que aquellos a los cuales ella había enviado a la muerte, regresaban y le aseguraban que su Palacio era el sitio elegido.
Sin embargo, según la tradición más antigua, cuando los discípulos desembarcan dejan a su Maestro apoyado sobre una enorme roca, y este cadáver que todavía guarda una gran fuerza y una tremenda magia, derrite la roca cual si fuese mantequilla, formando un hueco con la forma del cuerpo humano y quedando en el acto convertida en sarcófago. También cuenta esta tradición que no sólo el sarcófago de piedra va a ser un símbolo, sino que los discípulos, mientras llevaban el cuerpo de su Maestro a tierra, se cubrieron los pies de pequeñas conchas que constituirán el símbolo de quien ha hecho un único trayecto y ha encontrado lugar donde quedarse.
La historia no tiene más datos hasta por lo menos 800 años después. Se pierde todo vestigio, hasta que en el 813, un ermitaño llamado Pelagio comienza a ver por las noches unas luces extrañas, estrellas, resplandores en lo alto de un montículo, y evitando tomar resoluciones propias invita al Obispo Teodomiro, de Iria Flavia, a que viera de qué se trataba. El obispo desentierra lo que allí se encuentra y, cuál no sería su sorpresa al reconocer a Santiago el Mayor...
¿Cómo es que, a pesar del tiempo transcurrido, quienes por fin lo encuentran tras ocho siglos, reconozcan perfectamente a Santiago el Mayor? Se levanta sin embargo una pequeña capilla en homenaje al milagro que se ha producido, y desde entonces Santiago va a realizar una serie de proezas que influirán poderosamente en la mentalidad de todos los pueblos pirenaicos. A partir de ese momento estos pueblos se van a dirigir en peregrinación hacia el lugar del hallazgo, como si ese lugar tuviese fuerza suficiente para otorgar a hs hombres un poco de fuerza, un poco de magia.
La batalla de Clavijo contra los moros, en el año 844, ve reaparecer a Santiago montado en un fantástico caballo blanco, a la vez que arremete furiosamente con su famosa espada, esa que hoy nosotros llamamos la "Cruz de Santiago". Esa espada que es también una cruz, es el símbolo con el cual Santiago lucha contra todos sus enemigos.
En el 899, Alfonso III edifica una Basílica a Santiago; hacia fines de la década del 1000, y como esta antigua Basílica había sido arrasada por Aimanzor, una vez eliminado el peligro de los moros, se comienza a levantar la verdadera Catedral; la Basílica más antigua queda sepultada en la parte interior cual si fuese una cripta profunda. El obispo de Santiago, Diego Gelmírez, también se dedica en cuerpo y alma a toda la tradición, al sentido mágico de la peregrinación, y logra incluso que se decrete el 1100 como Año Santo Compostelano, por el Papa Calixto II, en el cual la festividad de Santiago coincide con el día domingo.
La Catedral de Santiago no está construida según una línea recta, sino que presenta una ligera desviación hacia el norte y hacia la izquierda, inclinación que también se advierte en su pórtico. Esta torsión, coincidente con la del eje de la Tierra, perduró en casi todas las iglesias hasta finales de la Edad Media, y es la típica de la mayoría de los dólmenes megalíticos precedidos por galerías.
Como con los años la primitiva Catedral ofrecía un pórtico muy estrecho en relación a la gran cantidad de peregrinos que llegaban, se encargó al Maestro Mateo - otro extraño personaje - la ampliación del pórtico occidental; así nació el Pórtico de la Gloria. En su parte inferior aparecen los símbolos del mundo animal; luego viene el mundo humano de la Iglesia, con los profetas del Antiguo Testamento a la izquierda y los Apóstoles a la derecha, mientras que en lo alto de la columna central se encuentra Santiago. Por fin, en la parte superior se muestran el Cristo y los Cuatro Evangelistas.
Delia Steinberg Guzmán

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